Trashumancia

Cuestionario de la revista Quercus para el suplemento sobre trashumancia de junio 2011 a Jesús Garzón (12.4.2011)

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1-Los especialistas aseguráis que la trashumancia practicada desde hace siglos en la Península es la modeladora del paisaje actual de dehesas y pastos ¿Es así, y cómo ha sido el proceso?

Nuestros pastizales, dehesas y bosques actuales son la consecuencia del suelo, del clima y de su evolución conjunta con la fauna de herbívoros. Hace unos 20 millones de años, cuando se cerró la comunicación del mar Mediterráneo con el océano Indico en Arabia, aquel puente continental permitió las migraciones de la fauna terrestre entre Africa y Eurasia. Desde entonces, nuestra península ha estado poblada por grandes manadas de herbívoros gregarios, que pastando la hierba y ramoneando los árboles y arbustos han seleccionado la vegetación, dispersándola durante sus migraciones estacionales entre los valles y las montañas. Desde hace unos 7.000 años, los herbívoros domesticados que sustituyeron progresivamente a los salvajes, mantienen en España este proceso natural, por lo que su actividad es fundamental para conservar los bosques y los pastizales, sobre todo en las actuales condiciones de cambio climático acelerado, con creciente aridez que exterminará a las especies menos adaptables.

2-¿Cómo influye la trashumancia en la biodiversidad? ¿Por qué son importantes los movimientos de ganado a pie para el territorio, la fauna y la flora?

Nuestra biodiversidad actual está adaptada desde muy antiguo al flujo y reflujo estacional de las manadas, por lo que su conservación requiere un pastoreo intenso, pero solo durante breves espacios de tiempo. Esto hace aumentar la productividad de los ecosistemas, diversifica los biotopos y por tanto el número de especies que sustentan, evita su degradación por exceso o defecto de pastoreo y con su gran aporte de fertilidad compensa los procesos erosivos de nuestros frágiles suelos, sometidos a condiciones extremas de calores y heladas, sequías y lluvias torrenciales. Cada 1.000 ovejas ó 100 vacas, que podemos manejar a nuestro antojo remontando a pie las laderas, desde los valles hasta las mayores altitudes de las cumbres, fertilizan el terreno diariamente con unas 3 ó 4 toneladas de abono cargado de semillas. Los pastizales españoles tienen por ello una de las mayores diversidades conocidas en el mundo, con más de 40 especies distintas de plantas por cada metro cuadrado de terreno. Pero sin ganado desaparecen rápidamente las plantas más pequeñas, al no poder competir con las más grandes, reduciéndose bruscamente la diversidad, pues de cada planta dependen también decenas o cientos de otras especies, como mariposas, escarabajos, moscas, avispas y otros muchos invertebrados. Su conservación requiere también la retirada total del ganado durante las épocas desfavorables, los 6 meses de sequía en los valles del sur y los 8 meses de heladas en las montañas del norte. Los 2 meses restantes son aprovechados por la trashumancia tradicional para desplazarse andando por las cañadas. En cambio, el transporte con camiones apenas dura 1 día, por lo que el ganado afecta negativamente durante 2 meses a los ecosistemas, interrumpiéndose además la conectividad entre los valles y las montañas, pues para ello es imprescindible el uso de las vías pecuarias como corredores ecológicos. Hay que considerar que cada 1.000 ovejas ó 100 vacas comen, digieren y trasladan a 500 ó 600 Km. durante 1 mes de trashumancia más de 120 millones de semillas, de las que un 30% germinarán a decenas o cientos de kilómetros de donde fueron consumidas, en muy diferentes condiciones por tanto de suelos, altitud y orientación, facilitando así su adaptación al cambio climático. Es fácil imaginar la trascendencia ecológica que ha tenido la trashumancia para nuestra biodiversidad, cuando varios millones de cabezas atravesaban dos veces cada año la mayor parte de nuestra península.

3-¿Qué consecuencias ambientales habría si se pierden los pastos por la falta de ganadería extensiva? Como por ejemplo la falta de fijación de CO2 o la pérdida de razas ganaderas

Los pastizales, con arbolado o sin él, cubren más de la mitad de nuestro territorio, unos 30 millones de hectáreas que precisan del pastoreo para su conservación. El ganado, aprovecha y fertiliza además otros muchos terrenos agrícolas, como rastrojeras y barbechos, por lo que el abandono de esta práctica tendría consecuencias ambientales y sociales terriblemente negativas. Gran parte de nuestra biodiversidad, con más de 90.000 taxones y un 30% de endemismos, depende de los pastizales, que también constituyen una garantía para el desarrollo sostenible y el empleo estable en la mayoría de las comarcas rurales. La desaparición del pastoreo extensivo en España tendría impactos negativos a nivel mundial, pues hay que recordar que la península ibérica es la mayor superficie continua del planeta con clima mediterráneo, uno de los 25 “puntos calientes” de la biodiversidad global. En nuestros pastizales invernan por ejemplo, de octubre a marzo, unos 600 millones de aves procedentes de otros países europeos, y otros 1.000 millones los utilizan en otoño y primavera durante sus migraciones entre Europa y África. Incluso especies tan emblemáticas y tan amenazadas como el lince ibérico, el águila imperial, la avutarda, el sisón, el urogallo, la perdiz pardilla o el quebrantahuesos dependen del mantenimiento de los pastizales, por no citar otras especies más comunes, como golondrinas, mochuelos o murciélagos, la mayoría de los reptiles, mariposas, escarabajos, grillos, saltamontes, arañas o caracoles. España sería sin pastizales otro país distinto, más pobre, más triste y con muchas menos posibilidades de futuro.

Como sumideros de carbono, los pastizales tienen aún mayor importancia que los bosques, pues aunque su productividad es parecida, unas 150 toneladas anuales de biomasa por hectárea, los bosques maduros no llegan a alcanzar una tasa de renovación del 10% anual. Los pastos en cambio superan el 150%, con la ventaja añadida de que una buena parte del carbono asimilado se acumula en la materia orgánica, el humus y el sistema radical del subsuelo, en forma mucho más estable por tanto que en las hojas y ramas, expuestas al sol y al aire. Pero es que además la gestión adecuada de los pastos contribuye al equilibrio hídrico y produce de forma totalmente natural carne, leche, lanas, pieles, abonos y otros bienes que son imprescindibles para la sociedad. Podremos adaptarnos al calor, al frío, a las tormentas y a la subida del nivel del mar, pero no podremos vivir sin agua y alimentos. El pastoreo extensivo es también el único medio eficaz, sostenible y rentable de prevenir los devastadores incendios forestales. En los montes sin una carga ganadera adecuada, los costes del desbroce periódico del matorral superan los 500 € por hectárea, con enorme gasto en vehículos, maquinaria y combustibles fósiles que contaminan la atmósfera, con erosión de los suelos y sin aportar fertilidad al terreno ni otros beneficios sociales ni ecológicos. En cambio, el pastoreo tradicional evita el desarrollo excesivo de la vegetación de forma permanente y rentable, fomenta la biodiversidad y fertiliza el suelo, brindándonos magníficas producciones ganaderas que permiten mantener la independencia económica y cultural de las sociedades rurales. Conviene recordar que la calidad de muchos de nuestros productos gastronómicos más famosos depende de las flores, las hierbas y los frutos de los pastos y dehesas. Incluso muchos monocultivos como los olivares, abrasados ahora por los herbicidas, debieran gestionarse urgentemente como pastizales permanentes, para evitar los terribles procesos erosivos que están provocando. Más de 50 razas autóctonas de vacas, cabras y ovejas están ligadas en España a la trashumancia, adaptadas desde hace siglos a la orografía, al clima y a la vegetación de cada territorio. Son animales de gran rusticidad y longevidad que no pueden conservarse en zoológicos, pues han de ser seleccionados día a día, generación tras generación, por su productividad, su docilidad, su gregarismo y también por su belleza, tarea que solo pueden realizar las familias ganaderas.

4-¿Qué beneficios aporta la ganadería extensiva frente a la intensiva?

La ganadería intensiva es uno de los principales problemas ambientales y sociales para nuestro planeta, causante del 51% de las emisiones agrarias de efecto invernadero, de la destrucción de muchas selvas, de la contaminación de las aguas y de los suelos por nitratos y purines, del expolio de tierras a las comunidades indígenas para la producción intensiva de piensos transgénicos, como maíz y soja fumigados con peligrosas concentraciones de pesticidas. El 40% de la producción mundial de cereales se utiliza ya para piensos de la ganadería intensiva, con una pérdida de calorías equivalentes a las necesidades de más de 3.500 millones de personas. Además, las grandes empresas biotecnológicas controlan e imponen cada vez más la comercialización de muy pocas razas seleccionadas, con grave pérdida de variabilidad genética, incremento de enfermedades degenerativas y propagación de epizootias que amenazan la seguridad alimentaria mundial. Como la demanda de productos ganaderos está aumentando rápidamente, las Naciones Unidas han hecho un llamamiento dramático a los países industrializados para que adapten su ganadería al consumo de pastos naturales, sin competir por los cereales y leguminosas con la alimentación de la humanidad, 7.000 millones de personas de las que un 20% ya padecen hambre extrema, incluso en algunos países considerados desarrollados. Para evitarlo, los mejores especialistas mundiales en estos temas proponen sustituir urgentemente la ganadería intensiva por la extensiva, fomentando los pastizales permanentes con árboles dispersos como sumideros de carbono, crear setos y corredores ecológicos que los comuniquen para evitar el sobrepastoreo y la pérdida de biodiversidad. Están descubriendo ahora, como solución a muchos de los principales problemas que amenazan al planeta, nuestras dehesas con su trashumancia por las vías pecuarias. España tiene por tanto grandes ventajas competitivas en este sentido, pues llevamos siglos de adelanto al resto de los países industrializados, pero la mayoría de nuestros técnicos y políticos parecen seguir ignorando las verdaderas prioridades de futuro.

5-¿Hay un relevo generacional de los pastores tradicionales y de ganadería extensiva o es una profesión ‘en peligro de extinción’? ¿La crisis económica puede ser un aliciente para que los jóvenes opten por este empleo?

A pesar de su inmensa importancia económica, social y cultural para nuestro país, la ganadería extensiva no se contempla en ningún programa educativo ni existe ninguna titulación que reconozca la profesionalidad y experiencia de nuestros ganaderos. Muchos niños y niñas del medio rural tienen una gran vocación ganadera, colaborando de forma entusiasta en el ámbito familiar hasta que son abducidos por la enseñanza superior obligatoria, que los devuelve años después a un desesperanzado sector juvenil con el 50% de parados. La ganadería extensiva supone actualmente una de las mayores oportunidades para generar entre la juventud empleo cualificado, independiente, sostenible y gratificante, ya que el trabajo de campo en equipo permite disfrutar de vacaciones, tiempo libre y jornadas laborales comparables al de cualquier otro sector económico. Recuperar la trashumancia tradicional con 5 millones de cabezas de ganado, supondría crear por ejemplo durante la próxima década unas 10.000 empresas familiares, con 30.000 puestos de trabajo directos y otros muchos inducidos.

6-¿De qué forma se podría fomentar el mantenimiento de la ganadería extensiva y que los pastores pudieran seguir viviendo de ello? Por ejemplo con certificados de calidad de sus productos.

La ganadería extensiva debe ser considerada un sector estratégico para el desarrollo rural, para la gestión sostenible del territorio y la producción de alimentos saludables y de materias primas, para la conservación de la biodiversidad y la adaptación y mitigación del cambio climático. Por tanto, debe ser apoyada decididamente por la Administración. Hace diez años ya conseguimos que la Comisión Europea estableciera ayudas directas para la trashumancia y para la restauración de los pasos de ganado, chozos, casetas, abrevaderos, cercados de piedra y para la conservación de los pastizales mediante su fertilización orgánica con el ganado. Sin embargo, las comunidades autónomas, que solo debían aportar el 12,5% del presupuesto, se lo gastaron fundamentalmente en girasoles y reforestaciones, sin aplicar las medidas previstas para la ganadería extensiva en el Real Decreto 4/2001. Perdimos así una ocasión histórica para la recuperación de la trashumancia durante la década pasada, frustrando las esperanzas de muchos ganaderos. Ahora, el programa de Desarrollo Rural Sostenible 2010-2014 ha establecido inversiones para facilitar la trashumancia, rehabilitar las vías pecuarias y formar pastores, pero ignoramos aún como se pondrá en práctica. También las actuales negociaciones sobre la Política Agraria Comunitaria 2014-2020, en su triple objetivo de producir alimentos saludables, conservar la biodiversidad y mitigar el cambio climático, debiera suponer una oportunidad decisiva para la recuperación generalizada de la trashumancia en España, como modelo de sostenibilidad a nivel europeo y mundial.

Los productos trashumantes podrían considerarse Especialidad Tradicional Garantizada, pero por desgracia los certificados de calidad suelen representar solamente más burocracia, más trabajo y más problemas para los ganaderos, sin ninguna ventaja práctica de cara a la comercialización de sus productos. Los funcionarios y las grandes distribuidoras han demostrado sobradamente su capacidad para arruinar cualquier iniciativa en este sentido.

7-¿Se respeta en todas las comunidades el uso público de las vías pecuarias como establece la Ley de 1995? ¿Qué problemas encuentran los pastores para transitar por ellas, como por ejemplo ocupaciones por obras públicas?

En general, los 124.000 km. y 420.000 hectáreas de la red de vías pecuarias son respetados tras la promulgación de la Ley 3/95, y son transitables para la ganadería trashumante, excepto en las zonas afectadas por regadíos y concentraciones parcelarias o ciertas áreas urbanas. Muchas comunidades autónomas están haciendo ahora un esfuerzo importante en deslindes y amojonamientos, pero luego su conservación suele ser muy deficiente, pues al consolidarse el dominio público son invadidas frecuentemente por caminos rurales, carreteras, gasoductos o cualquier otra infraestructura. El mayor problema sigue siendo sin embargo disponer de agua limpia cada 5 ó 6 kilómetros para que pueda beber el ganado, con descansaderos, corrales y casetas para pasar la noche o refugios para los pastores en caso de temporales y tormentas. La mejora de las viviendas para las familias trashumantes en los pastos de montaña también es una prioridad urgente.

8-¿Qué iniciativas se podrían implantar para que la trashumancia perviviera? ¿Y qué deberían hacer las Administraciones?

La trashumancia tiene en mi opinión un gran futuro, pues supone un ahorro de costes muy considerable para el ganadero, permitiéndole aumentar su productividad y rentabilidad, conservar sus pastos, mejorar el bienestar de sus animales y la calidad de sus producciones, independizándole del constante incremento de los precios de transportes, combustibles o piensos importados. Fomenta también la cooperación entre los ganaderos, al ser conveniente que se agrupen varios para ayudarse mutuamente durante la trashumancia por las cañadas. Esto tiene a su vez importantes consecuencias sociales, al permitirles disfrutar de tiempo libre y de vacaciones, privilegio del que carecen la mayoría de ganaderos de los países desarrollados. Lo fundamental es por tanto que las cañadas estén en buenas condiciones, delimitadas con su anchura legal, limpias y con pasto y agua abundante, refugios, pasos a distinto nivel en carreteras y vías férreas, con vallados protectores en los parajes peligrosos, como los canales de regadío, y sin cuellos de botella por cultivos o urbanizaciones que impidan el paso del ganado. Pero es urgente establecer también un Registro Nacional de Ganaderos Trashumantes que evite los problemas burocráticos actuales, con dificultades administrativas para realizar la trashumancia y para acceder a las ayudas agroambientales, por descoordinación entre el gobierno central y los de las diferentes comunidades autónomas.

9-Usted promovió el año pasado el primer traslado de ganado a pie, desde hace más de 50 años, desde Extremadura a Burgos ¿Cómo fue la experiencia? ¿Van a repetir este año?

La trashumancia de Badajoz a Burgos en 2010 fue una experiencia magnífica, atravesando durante cinco semanas con 2.000 ovejas los campos, ciudades, bosques y montañas de media España. Es parte sin embargo de un programa mucho más amplio que iniciamos en 1992, para transitar con grandes rebaños por las principales vías pecuarias, conociendo así en la práctica su estado de conservación y fomentar su uso ganadero. Durante estos 18 años hemos recorrido ya más de 40.000 kilómetros por cañadas, cordeles y veredas, con unas 80.000 cabezas de ganado. Las trashumancias de 2011 dependerán de los pastos de montaña que podamos arrendar este verano, y de los ganaderos que quieran colaborar con sus rebaños. En todo caso, nuestra prioridad esta temporada son las montañas de Cameros, en La Rioja, pues es la única comunidad con cuatro de las principales cañadas de la Mesta donde nunca hemos llegado todavía con el ganado. Y para entrar en Cameros atravesaremos Burgos o Soria necesariamente.